Con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, participé en una webinar realizada por Madrid Salud y organizada por Comunidades Compasivas.org, en compañía de José Carlos Soto Madrigal y Rosa Iglesias de la Asociación TOC.
A continuación, dejo el texto empleado para mi intervención por si puede ser de utilidad.
EL SUICIDIO Y LA SALUD MENTAL
Hay una estrechísima relación existente entre suicidio y salud mental. No obstante, se estima que un 10% de personas que se suicidan jamás han tenido antecedentes psiquiátricos de ningún tipo.
Se dan casos en que de forma súbita se produce un acontecimiento inesperado en la vida de una persona y ella no se encuentra con recursos para poder afrontarlo. Hay personas que se han suicidado al recibir una mala noticia, una gran pérdida, una ruptura amorosa o por sentirse acosados sin escapatoria, o como una reacción con deseos mórbidos de venganza.
Y eso se debe a que el suicidio es algo multicausal y multifactorial, lo que nos lleva a relacionar el suicidio, además de con la salud mental, con otros factores como son los psicológicos, sociológicos, culturales, filosóficos y religiosos.
Nuestra vida se va formando a base de experiencias que desde nuestra infancia y luego en nuestra adolescencia van construyendo los cimientos de nuestra personalidad. Y cuando se van colocando mal los ladrillos, la casa se puede tambalear e incluso derrumbarse. Y se puede dar el caso en el que la persona arrastre mucho sufrimiento y no ver otra salida al final del túnel que el suicidio. Imperará la desesperanza y la convicción de que todo va a estar mejor sin ellos.
La conducta suicida consta de varias fases: Ideación, planificación, y el intento de suicidio o el acto suicida. Poder detectar el momento en el que se encuentra la persona es una tarea difícil, saber el grado de intencionalidad. El trabajo con personas próximas al suicidio es además una tarea ardua que requiere de sensibilidad, respeto, compromiso, comprensión y paciencia hacia este ser humano que sufre. En muchísimos casos sí hay problemas de salud mental que implican una falta de voluntad para pedir ayuda.
Existe un lazo muy estrecho entre los trastornos depresivos y la conducta suicida. El riesgo es veinte veces superior a la población normal. Aquí también se incluye el trastorno bipolar en sus distintas fases.
En el caso de la psicosis, concretamente en la esquizofrenia, o de la paranoia, se producen delirios (creencias falsas fijas, certezas), difíciles de soportar, o alucinaciones auditivas que les impulsan a suicidarse.
También hay muchos casos de trastorno límite de la personalidad, o de trastorno de la personalidad antisocial, especialmente los de tipo violento, que tienen también un mayor riesgo, por la impulsividad y la baja tolerancia a la frustración.
La patología dual, que integra la adicción y el trastorno psiquiátrico, es otro claro ejemplo. En el alcoholismo, tan integrado en nuestra sociedad, puede agravar el cuadro depresivo y por ende la conducta suicida. Por una parte, disminuye el autocontrol durante la ingesta. Pero, en la abstinencia, los sentimientos de remordimiento favorecen la conducta suicida.
En el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es necesario, como dice Rosa Iglesias, discernir los casos en los que hay conducta suicida realmente.
Las experiencias traumáticas en la infancia tales como el abuso físico y sexual aumentan el riesgo de intento de suicidio posterior.
Casi todos los trastornos de saludo mental, cuando se agravan, se asocian a un mayor riesgo de suicidio.
FACTORES DE RIESGO Y FACTORES DE PROTECCIÓN
Factores de riesgo
Soledad y aislamiento, muy importante en los tiempos que corren. Autoexigencia y autocrítica elevada Las amenazas verbales de suicidio El estigma que conduce a la falta de voluntad para pedir ayuda. Haber sufrido una pérdida reciente. Trastornos del estado de ánimo: ansiedad, estrés… Conductas autolíticas o antecedentes de suicidio. Problemas de orientación sexual en un entorno hostil o de rechazo. Violencia intrafamiliar Acoso Acceso a instrumentos de suicidio Incapacidad para pedir ayuda, culpa o vergüenza Pobreza o problemas económicos graves Abandono en la vejez Profesiones de riesgo Dolor crónico y enfermedades físicas Situación de encarcelamiento. Es tan grande que aquí si hay un protocolo de prevención.
Factores de protección
Relaciones personales sólidas aún en la distancia Inteligencia emocional Capacidad para pedir ayuda terapéutica o médica Resiliencia: capacidad para soportar situaciones difíciles y salir fortalecido de ellas Capacidad de adaptación Autoestima Empleo adecuado del ocio Evitar conductas adictivas, incluidas las que no suponen uso de sustancias como es la actividad con dispositivos electrónicos. Acceso restringido a instrumentos perjudiciales Creencias culturales y religiosas pro vida Dormir y respetar los ciclos de la naturaleza
LA IMPORTANCIA DEL DUELO
El duelo es el proceso natural que seguimos ante la pérdida de un ser querido. Hay muchos factores que hacen que afrontemos mejor las pérdidas que sufrimos. En el caso del duelo, la posibilidad de estar al final junto al ser querido y poder despedirnos bien de él, nos va a ser de gran ayuda.
Pero la muerte por suicidio está estigmatizada y las personas allegadas a quien se ha suicidado sufren un fuerte impacto a nivel emocional. Se considera que, por cada suicidio, va a haber un mínimo de seis personas que van a quedar seriamente afectadas por esta experiencia, e indirectamente muchas más.
Los familiares, amigos y personal sanitario pueden sentirse culpables, avergonzados o con remordimientos, muchas veces sin razón alguna, por no haberse sentido capaces de evitar el acto suicida. Con el tiempo comprenderán que no estaba en sus manos en gran parte de las ocasiones, pero no dejará de ser un gran impacto en primera instancia.
En el caso del duelo, algunas de las fases tienden a complicarse. Está muy extendida la negación. El fallecimiento tiende a denominarse muchas veces con términos indefinidos, como el accidente, aquello que ocurrió, “eso”… Es tan doloroso el recuerdo que no se quiere hablar de ello en muchas ocasiones. Sólo cuando antes ha habido muchos intentos autolíticos graves, la negación no se extiende tanto. Incluso hay caso, algunos, en los que el suicidio es un alivio para la familia ante la comprensión del enorme sufrimiento que vivir representaba tanto para el suicida como para los demás. Pero por este motivo vuelve a salir el sentimiento de culpa.
Los supervivientes suelen sufrir trastorno por estrés postraumático y depresión.
Cuando el hijo muere por enfermedad, se suele experimentar rabia. Pero, cuando es por suicidio, hay mucha culpa y revisión de todo lo que pudimos hacer de otro modo. Es un dolor que va a permanecer y con el que hay que aprender a vivir. Es muy importante poder hacer algo edificante con él y a ser posible sublimarlo de alguna forma.
Cuando es la pareja la que se suicida, se pueden dar muchas circunstancias dependiendo del momento en el que estaba la relación. Muchas veces dicen experimentar una tremenda sensación de abandono o desamor. En otros casos la culpa también impera.
Es muy aconsejable hacer terapia de duelo por suicidio, de manera individual, en grupo o con otros supervivientes en grupos de autoayuda. Hay que hablar del suicidio, es fundamental intentar encontrar a personas en la vida que puedan hablar de suicidio, para que cada vez esté menos estigmatizado.
Es aconsejable expresar los sentimientos y acompañar a los supervivientes en la revisión de los mismos. Especialmente del de culpa. La creencia de poder haber hecho algo por evitarlo nos permite mantenernos con la fantasía de que gracias a nosotros podría vivir. Hay que evitar el duelo patológico, el duelo enquistado. La herida que no deja de sangrar y que se infecta, y supura y cada vez es más grande. Hay que limpiar las heridas, aunque duelan, sanarlas de tal manera que se vuelvan cicatrices con las que podamos vivir.
Para concluir, insisto una vez más. Tanto como factor de protección como en el proceso de duelo, hay que hablar del suicidio. Si un compañero de clase se suicida, no podemos volver al poco como si no hubiera pasado nada. Hay que hablar, expresar lo que ello ha supuesto, ver qué otras alternativas podrían existir… Es una tarea de todos terminar con este estigma y requiere que desarrollemos una sensibilidad diferente para abordar este problema creciente. Y que se cree a nivel institucional un plan de prevención de suicidio.
Gracias por haber llegado hasta aquí. En caso de que haya quedado alguna duda, les invito a contactar conmigo.
Un saludo, Eva Montero Vera
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